Este informe pone de manifiesto la precariedad de nuestra sociedad a la hora de cuidar y sostener la vida en un contexto de crisis de cuidados. Evalúa las condiciones sociales y laborales de una muestra de mujeres migrantes que, dejando a su familia (hijos e hijas y padres mayores) en los lugares de origen, llegan a nuestras casas para trabajar en el cuidado de personas mayores en situación de dependencia. Una estructura social familiarista, la carencia de relieve generacional, el trabajo remunerado femenino, la reducción del número de personas en los hogares y la individualización de las formas de vida, en un territorio rural sobreenvejecido erigen, a través de la figura de la mujer migrada en el marco de la globalización, una nueva reestratificación sexual del trabajo, que afecta, de nuevo, directamente a las mujeres. Las trayectorias de vida de estas mujeres ponen de manifiesto la urgencia de un mayor compromiso y corresponsabilidad social en relación a la garantía de sus derechos humanos (en el ámbito legal, laboral, sexual y social) al tiempo que se otorgue valor a la sostenibilidad social del mundo rural, al sobreenvejecimiento, la soledad y la necesidad de una atención de calidad a las personas mayores.