La sociedad de la comunicación, que en cierto modo define a los seres humanos del presente, exige una formación del individuo centrada en las posibilidades de participar activamente en el desarrollo de la vida social, mediante una actuación integradora y abierta para la que resulta imprescindible manejar con eficiencia las diferentes opciones comunicativas del siglo XXI. No parece poder plantearse problema alguno relacionado con el aprendizaje de lenguas que no tome en consideración las opciones comunicativas de que hablamos. No se trata ya tanto de reconocer los elementos que integran un sistema lingüístico, o varios en el caso de las sociedades multilingües, como de desarrollar las destrezas comunicativas a partir de la integración en la cultura como espacio de intercambio social eficaz y comprometido. Por otro lado, los retos de los procesos de enseñanza-aprendizaje en el momento actual se presentan como un prisma compacto de caras diversas que resulta imprescindible ir reconociendo como elementos constituyentes de una realidad plural compleja y enriquecida que va mucho más allá de la mera descripción de unidades lingüísticas o de requerimientos léxicos, morfosintácticos y textuales.